lunes, 12 de diciembre de 2016

El regalo de Navidad

Diciembre en una UCI es un mes sombrío.

"A ver si come natilla este año"

Es una frase cruda llena de simbolismos. Habla de la muerte, de celebrar, de los pequeños placeres, hasta del sentido último de la vida

La usamos generalmente para conversar entre colegas, no me gusta darla de sentencia. Solo quien desee saber le diré que tan cerca pareciera estar la Parca. Pero la mayoría lo sienten en su cuerpo aún sin haber pasado por una clase de anatomía. Tal vez lo que se siente es como se les va escapando la vida.

Esta historia pudo haber sido distinta: el cáncer hoy en día pareciera ser otra enfermedad crónica de la que finalmente uno termina por morirse pero no siempre implica el inicio de una cuenta regresiva. Así que una falla renal en un paciente con cáncer no tiene porque ser una sentencia de muerte. Y fue así como llegó uno de mis tantos "Pedros" a la clínica.

A veces no necesitas sino mirar. Este año será el de su última natilla. El cáncer no estaba solo en su intestino: los bordes filosos de sus huesos mostraban que se le estaba robando la vida. Pero Pedro seguía ahí, aún con brillo en sus ojos, contando cómo hacía más de 2 años le habían diagnosticado su cáncer a tiempo. Pero hay casos que nos dañan las estadísticas. Estar en la EPS errada en el momento equivocado: esa fue su sentencia. Cirugías que se retrasaron, quimioterapias que se suspendieron, citas al médico que se acabaron. Cuando Pedro llegó a la clínica todos sospechamos que era el cáncer quien estaba ganando la batalla a sus riñones. Pero no esperábamos que fuera por doble partida

Si; es cierto que sus riñones estaban obstruidos por efectos del cáncer. Pero la segunda parte fue una golpe bajo a ese médico clasificador de riesgos que habita en cada uno de nosotros: cuando a Pedro le cancelaron sus citas donde estaban manejando su cáncer se quedó sin medicamentos para el dolor. Y empezó un dolor en el hombro. Y como el quería poder seguir viviendo mientras pudiera, pues decidió controlar su dolor como pudo: iba a la farmacia y preguntaba por algo que le sirviera para su dolor. Y después lo compraba. Mientras su cáncer iba obstruyendo la salida de sus riñones, Pedro tomaba ibuprofeno, todos los días, durante más de 15 días, y cada día más para poder mover su hombro. Un hombro que dolía porque aquello que no le permitía moverlo sin sentir esa punzada era una metástasis

Por doble partida, por un cáncer que ocluye unos riñones y, lo más absurdo, por la necesidad de Pedro de controlar el dolor óseo por una metástasis, los riñones de Pedro quedaron casi inservibles. Después de 5 días salió de la UCI, pero su cáncer seguiría consumiéndolo. Lo más absurdo es que en Pedro, ahora esquelético, sobresale solo un hombro que es una siembra de un tumor que poco le falta para tener el tamaño de su cabeza

Pedro y yo nos hicimos algo compinches cuando yo, más por entrometida que por médica, logré que me confesará cuanto ibuprofeno se tomaba preguntándole que tan fuerte era el dolor que había llegado a tener.
- Huy, doctora, no se lo deseo a nadie. Uno llora de solo sentir que el hombro se mueve cuando uno camina.
No sé que cara puse, pero Pedro trato de suavizarlo un poco
- Pero mi Doc, tranquila, que ya con lo que me mandó estoy pudiendo dormir. Y cuando me consigan el cabestrillo que me dijo la otra doctora para que el brazo no se mueva seguro quedo como nuevo.

Como nuevo. Ahora es Pedro quien es condecendiente conmigo buscando evitarme una tristeza

Hoy decidí revisar si ya se había ido. Lo hago cuando estoy segura que ya deben estar en casa y con eso me doy el falso confort de que posiblemente todo salió bien. Pero ahí seguía: Pedro, aún hospitalizado, lo ven como 3 especialistas. Absurdo cuando hace 1 mes no encontraba citas para que alguien le mandara algo más fuerte que un ibuprofeno para el dolor.

Leo la última nota y se me enciende la cara de ira. Pedro, además de unos riñones que están que fallan nuevamente, una infección que posiblemente no se podrá erradicar, sigue con dolor porque está pendiente que se le consiga el cabestrillo. No quise averiguar a quien le corresponde pagar por un cabestrillo que vale lo que pago todos los días por mi almuerzo o lo que espero que él alcance a comerse en natilla este año.

Nunca había comprado un cabestrillo. No sabía que venían en tallas, me tocó usar al vendedor de la farmacia como referencia. De doble correa, para que el brazo no se mueva.
- Doctora, que se mejore rápido del hombro!
Le doy las gracias y me voy. Seguro el también conocer sobre tantas pequeñas tragedias mientras cuenta y despacha pastillas que se debe sentir feliz pensando que la doctora, para estar enferma, se ve muy aliviada

Cuando llego al piso la enfermera Jefe mira asustada. No se le ocurre quien pueda estar tan grave en su piso que sube la Intensivista y ella sin tener idea. Pregunto por Pedro. Y su mirada pasa de la ansiedad a la tristeza. Supongo que le hubiera alegrado que se pudiera hacer algo por él en la UCI. Pero ese no es sitio para los moribundos

Pedro me saluda y pone su mejor cara, como hacen muchos enfermos cuando los visita un amigo. En el fondo ya sabe que no volveré a ser su doctora.
- Pedro, se le adelantó el Niño Dios: acá le traigo su famoso cabestrillo

Nadie pregunta quien lo pagó, eso sería un momento de vergüenza y ahora estamos de celebración. Con el hombro como un melón, maniobramos para meter su brazo y fijarlo fuertemente al tórax para que no se mueva ni cuando respira. Una sonrisa de alivio ilumina su cara cadavérica.
- Huy mi Doc, ahora sí, que descanso!

Le doy la mano, me despido y salgo rápidamente. No tengo mucho más que decir. Ni hasta luego porque no creo volver a verlo, ni feliz Navidad, porque no creo que Pedro llegue a ella; mejor que se le haya adelantado el traído este año. Además, todavía tengo la tara sobre lo mal que se vería que quien entrega el regalo se le note que tiene  los ojos encharcados.

No valía nada, pero creo que ese cabestrillo será el regalo más valioso que daré este año

sábado, 26 de noviembre de 2016

Los días de Caronte

A mí nunca me ha gustado su descripción mitológica. De acuerdo que es un anciano. No sólo los cuerpos son los que envejecen. Pero cada vez que alguna mascota moría, no pensaba en un ser oscuro llevándosela, vestido de harapos. Siempre sentí que quien nos mostraba que no había vida era un ser cálido y compasivo. 

A veces los libros para niños son los que nos ayudan a comprender el mundo. La magia existe en ellos. Y que cosa tan extraña es la vida, sino un momento de magia.


Me gusta esta imagen de Caronte. Alguien que despide a las almas con un susurro, con unas lágrimas: 

"Cry, Heart, but never break" 

 
PS: Para todos aquellos en que hay dias que somos Caronte. Porque lloramos y cada vez tenemos un corazón más grande 

Autor:  Glenn Ringtved

viernes, 25 de noviembre de 2016

Notas para un misterio


Notas son muchas

Casi siempre es algo que no queremos olvidar, que nos decimos a nosotros mismos

A veces se las dejamos a otros, como un pedazo de algo muy nuestro que queremos compartir

Alguien me hizo recordar el valor de esas pequeñas notas que dejamos para otros. Costumbre de comunicar que nos une y nos conecta. Decirle al otro aquello que nos conmueve en ellos, aquello que nos marca, aquello que a veces no somos capaces de decir. Quedan para siempre. Me gusta guardar esas notas.


También me gustan otras notas. Otras que me han acompañado desde la infancia. Que me llevan a los lugares más mágicos, lejos de este mundo, desde donde puedo entender y comprenderlo todo. O por un momento creer que encontré respuestas porque reconozco que todos estamos hechos de las mismas fibras, de la misma esencia. Que no hay que entender, sino comprender.

Que las palabras no tienen raíces, que lo que nos une a este mundo.


Que la vida es eso, un gran misterio.