sábado, 5 de mayo de 2018

“Hoy es siempre todavía”

HOY ES SIEMPRE TODAVÍA 

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Este es mi monólogo con el último libro de @agaviriau, “Hoy es siempre todavía”. Es mi manera de leer, de establecer un diálogo imaginario con el autor. Así me queda el libro en su esencia grabado en mi, impregna mis ideas, queda ya en los recuerdos. 


Disculpará el ministro este monólogo sin permiso a réplica ni interés de lectura. Las palabras de otros nutren las propias. Y hoy hacen parte de las mías. 


18:08

Va mi primera carcajada (sabía que tenía que encontrar alguna en su libro; los que acarician la muerte se aferraron al sarcasmo de una manera descarnada y valiente). Los patos verdes y las bolsas de quimioterapia.  Siempre que escucho algún sueño o incluso presencio algún discurso vehemente de algún paciente con delirio, mientras su mente navega en la tormenta de citoquinas de una sepsis o la respuesta paradójica a un sedante. Mi mamá, por ejemplo, empezó -literalmente y para vergüenza mía - a ladrar y a morder. Yo comprendía bien; para ella la única especie valiosa sobre la faz de la tierra eran los perros con su lealtad sin medir consecuencias. Sus fieles protectores estaban encarnados en su cuerpo.

Esa respuesta tan obvia no le sirvió al Intensivista que mi madre había mordido en el sentido más literal de la palabra, y supongo que yo pasé a hacer parte de los familiares que explican todos los actos terribles de los pacientes con palabras insulsas e indigulgentes. 


Patos verdes. Me he reído bastante.


19:02 

“Que yo no podía pronunciar un discurso sin mencionar la palabra complejidad”.

Va la segunda carcajada. Hace rato yo ya había llegado a la misma conclusión; y me di cuenta que era mi muletilla en bioética. Hice el esfuerzo de tratar de explicar la muerte, la dignidad humana, el concepto de persona y el rol de la medicina en nuestra época sin usar la palabra “complejo”. Aparecieron otras:  “bueno”,  “ilógico ” “sentido”, pero la principal: “incertidumbre”.

Supongo que lo complejo es precisamente eso: lo incierto que, aunque ilógico, puede tener algo de bueno en algunas versiones, así que, finalmente, tiene sentido.


19:12

“Había dicho muchas veces que los médicos tenían una doble responsabilidad: con el paciente y con los recursos del sistema. Debo decir, con sinceridad, que esa frase no es fácil de llevar a la práctica, sobre todo si uno es médico. O paciente”.

Tuve -varias veces- cátedra sobre este tema. Todas esas veces aprendizajes dolorosos. 

La más dramática: la de la gallina ponedora.

Es una historia sencilla: una paciente ingresa a la UCI por una hernia estrangulada. La palabra estrangulada no es excesivamente dramática. Más de dos metros habían ingresado al orifico que llevaba años esperando a ser corregido a tiempo y después de no tener flujo sanguíneo por varios días, no solo habían muerto, sino que también habían generado una peritonitis de tal magnitud que había logrado que todos los órganos de esta mujer fallaran. Al entrar a verla impresionaba no solo su olor a campo y a leña quemada, sino su delgadez. Un factor más en contra, porque su desnutrición no favorecería en nada su recuperación. Para poder alimentarla, dado que su intestino era inservible, era necesario hacer una mescolanza de nutrientes que se puedan aplicar directamente por las venas. Esto, más todo el soporte que requería con tecnologías avanzadas para sus órganos que a duras penas sobrevivían la mantenían en ese estado de estar conectada a las máquinas, con un pronóstico incierto, y una recuperación que seria bastante prolongada en el mejor de los casos. 

Después de 20 días decidimos que una pequeña cirugía haría más fácil la transición a su cuidado crónico, ya que permitiría desconectarla y volver a conectar a la máquina que le ayudaba a respirar con mayor facilidad. Pero, tristemente, llevaba varios días sin que nadie viniera a visitarla.

Con la arrogancia típica de una intensivista, dije que había que localizar a la familia como fuera, que era el colmo que la pobre anciana estuviera abandonada. La vida se ha encargado de darme las más duras lecciones en medio de estos ataques de arrogancia.

Por medio de mensajes en la misa habían logrado que la hija fuera ese día al sitio de la vereda donde había teléfono y se había concertado la llamada. Empecé con un discurso que dejaba ver mi indignación ante el abandono de mi paciente y la necesidad que había de que vinieran, para firmar la autorización a un procedimiento quirúrgico y aprovechar para explicar el camino a seguir.

  • Claro que si, dotora. No es sino que diga cuándo y yo dejo todo organizado para irme.
  • Cuándo le queda fácil a usted? 
  • No es sino que me diga que yo ya lo tengo hablado. Necesito quien me cuide las gallinas.
  • Las gallinas? - pregunté extrañada. Esperaba que al menos el abandono lo justificaran unos hijos, jamás me imaginé que sería debido a unas gallinas.
  • Si dotora, lo que pasa es que mi mamá y yo vivimos de la venta de lo que nos dan las gallinitas. Pero imagínese que cuando a ella la echaron pa Medellin, se entraron a la casa y le robaron una gallinita. Así que yo me llevé la que le quedó pa’ mi casa y allá tengo entonces las tres gallinas: la que le quedó a mi mamá y las dos mías. Pero no es sino que diga y yo consigo quien nos las cuide y pego para Medellín

No sé que era peor: si mi dolor o mi vergüenza. Cada bolsa de alimento por las venas que le poníamos a mí Paciente valía al menos un millón de pesos. Sin contar los costos de la UCI, los antibióticos, las cirugías. Cuántas gallinas ponedoras habrían comprando ya con eso? Cuántas hernias se hubieran reparado? Mi paciente no tenía pronóstico: el resto de su vida iba a requerir de cuidados y nutriciones especiales. Pero su futuro era otro: el que le permitía vivir en medio del campo, sobrevivir de las gallinas ponedoras.


No recuerdo como terminó la historia. Solo recuerdo que di la orden de no más lavados, no más cirugías. Yo había descubierto que la vida puede ser tan cruel y llena de realismo como lograr vivir de dos gallinas ponedoras y sentirse agradecido por eso. Cuantas gallinas ponedoras vale una vida o cuantas se vidas se sostienen en una?


20:00

“Me arrepiento? En el fondo no, lo digo con respeto: volvería a tomar la misma decisión, una y otra vez. Pero sí en la forma, en las palabras, en los pronunciamientos, en mi incapacidad d ser más empático... La congoja, ya inútil, de que nada nos hubiera costado haber sido más buenos”

Le regalo dos palabras que me parece que en español carecemos. 

  • Kindness. No suena a iglesia, suena a seres humanos terrenales y falibles intentando a pesar de todo 
  • Rücksicht. En alemán. Consideración o compasión no le hacen justicia. Hay algo en ese “mirar atrás” que nos habla de aquello que no vemos a no ser que nos esforcemos, porque siempre estará lejos de nuestra vista, porque nunca estará a primera vista 


20:09

“... a sabiendas de que los enfermos de cáncer no pisamos sobre tierra firme y debemos aligerar nuestros pasos”

Todos nosotros, criaturas terrestres, aprendemos en algún momento lo frágiles que somos. Ver morir ha sido mi maestro personal. Implacable, porque me ha mostrado que no hay ninguna herramienta que prediga su aparición y que es una falacia creer que se está en batalla, porque ella actúa a su antojo. 

Alguna vez alguien me pregunto que porque cuidados intensivos y después bioetica. 

  • Para hacerle con más tranquilidad y claridad las interconsultas a San Pedro. 

Una respuesta Pontificia, no le parece? 


20:20

“Para un ministro de Salud que los pacientes de cáncer quisieran tener”. Para entonces, seguía siendo ministro de Salud y ya era Paciente de cáncer.”

Conexiones, coincidencias. No se imagina cuántas presencio todos los días. Pero las suyas parecen casi místicas. 


20:40

“Una bacteria propia, gastrointestinal, había aprovechado de manera oportunista (la vida siempre lo es) la depresión de mi sistema inmunológico y había invadido mi torrente sanguíneo”

Eso... es poesía pura. Para un médico lo es. Y un gran aprendizaje. Lo de oportunistas es tratado banalmente. Gracias por eso.


20:54

“Cómo te fue?, siempre respondía “regular””.

Me hizo acordar de mi dilema entre pasar por falsa o de arrogante. El castigo de los inteligentes es a veces un inmerecido pero comprensible desprecio. Pero el regular era el que predominaba. Porque en el fondo sabía que siempre se podía haber hecho mejor. 


20:57

“Sinceridad y esperanza, una combinación difícil. Todo lo que uno puede esperar en un momento así”

Hay algunas personas que son maestros naturales; definitivo. Ni horas de cátedra de bioética y humanismo enseñan eso. Es un pequeño y valioso homenaje que usted se lo reconozca.


21:18

“... una nueva oportunidad para repetir una lección de política pública para una sociedad que prefiere ignorar el dilema ético entre el bien común y el bien individual.”

Comprendo muy bien lo complejo y simple de esa situación. Mi padre murió en su primera gran neutropenia luego de una quimioterapia por una leucemia. No debería decir luego, las palabras precisas serían “en medio.”

Como médica sabía que durante muchos años la lenalidomida había prolongado un síndrome mielodisplásico más allá de las expectativas. Me maravillaba de que tan sencillo era su quimioterapia y lo absurdo de su costo. Mis hermanos y yo hacíamos cálculos. Hubiera sido imposible que viviera más de 4 años si nos hubiera tocado pagarlo a nosotros, hipotecas incluidas. Pero fueron más de cinco. Y nadie quedó en bancarrota. 

Cuando presentó su sepsis, en medio de su delirio, dijo que sí deseaba ir a la UCI. Pero yo lo conocía. Este hombre que amaba vivir en la finca rodeado de perros y dormir al lado de una mujer enferma colonizada con las bacterias más resistentes que yo conocía en su momento no era para ingresar allá. 

La versión corta: le recordé a mi padre qué era estar en una UCI. Que vida le esperaría. O que muerte. Recordó que ninguno de esos escenarios era válido para él. No bajó a la UCI; en cambio de eso, recibió la visitas de todos sus nietos y sobre todo, de mi madre. Lo de “ya quite de una vez por todas el maldito aislamiento que no va a servir ya para nada” si fue mi frase. Murió en tres días.

  • Pero hubiera podido vivir varias semanas más!

He aprendido a tolerar ese argumento con respeto. Sé que hubiera sido posible, claro. Pero también sé que hice lo correcto. La coherencia a veces es demasiado cruel, pero demasiado evidente al mismo tiempo. Tiene la ventaja que ofrece un gran regalo: el de la certidumbre. Al fin y al cabo, por dolorosa que fuera la situación, era también sencilla: yo solo era la mensajera que tenía que recordar al emisor cuál había sido su mensaje.


21:39

“Con frecuencia, especialmente después de los trece años, el temor a ser rechazado, o excluido, es más fuerte que el mismo miedo a la muerte”

Mi familia carga con una herencia cruel. Un trastorno depresivo bastante profundo y algo refractario. Creo que mi inclinación a la medicina nació allí, al saber que yo no veía el mundo como algo colorido; para mí era gris. Con el tiempo he aprendido a disfrutar de mi mundo en blanco y negro como se descubre la belleza de las fotos en blanco y negro. Transmiten mucho más de lo que sería imposible describir con colores. 

Ahora mis sobrinos llegan a la adolescencia. Uno por uno quiere huir de la vida al reconocer que no encajan. De alguna manera mi vida les hace dudar de sus ideas suicidas. No es que la tía encaje. Es que, como dicen ellos, ha logrado hacer algo genial de su ser diferente. Yo los tranquilizo al decirles que al fin y al cabo, hay que entender el origen de la palabra “extraordinario”.


22:02

“Muy simple. Si alguien está cansado, presiona un botón listo, se acabó todo”

“Alguien lo hace?”. “Tarde o temprano. Todos terminan haciéndolo.”

Esa sería la mejor descripción de mi trabajo. Ir preguntado, a veces algo tarde, otras impertinentemente: “Una última pregunta: quisiera que si usted por algún motivo no puede hacerlo, presionáramos el botón?”


22:10

“No es fácil, ya lo dijimos, asomarse al abismo y renunciar a todo”

Papá murió acompañado de sus hijos, tras 8 días de estar realmente enfermo, sin aparatos ni tecnologías. Mamá incluso tuvo el lujo de morir en su casa acompañada de una Intensivista sin sus monitores. 

No fue fácil. Comprenderá que tal vez fue el acto de amor más grande que he hecho. Dejar morir en paz a los míos.