Diciembre
en una UCI es un mes sombrío.
"A ver si come natilla este año"
Es una frase cruda llena de simbolismos. Habla
de la muerte, de celebrar, de los pequeños placeres, hasta del sentido último de la
vida
La usamos generalmente para conversar entre
colegas, no me gusta darla de sentencia. Solo quien desee saber le diré que tan
cerca pareciera estar la Parca. Pero la mayoría lo sienten en su cuerpo aún sin
haber pasado por una clase de anatomía. Tal vez lo que se siente es como se les
va escapando la vida.
Esta historia pudo haber sido distinta: el
cáncer hoy en día pareciera ser otra enfermedad crónica de la que finalmente
uno termina por morirse pero no siempre implica el inicio de una cuenta
regresiva. Así que una falla renal en un paciente con cáncer no tiene porque
ser una sentencia de muerte. Y fue así como llegó uno de mis tantos
"Pedros" a la clínica.
A veces no necesitas sino mirar. Este año será
el de su última natilla. El cáncer no estaba solo en su intestino: los bordes
filosos de sus huesos mostraban que se le estaba robando la vida. Pero Pedro
seguía ahí, aún con brillo en sus ojos, contando cómo hacía más de 2 años le
habían diagnosticado su cáncer a tiempo. Pero hay casos que nos
dañan las estadísticas. Estar en la EPS errada en el momento equivocado: esa fue
su sentencia. Cirugías que se retrasaron, quimioterapias que se suspendieron,
citas al médico que se acabaron. Cuando Pedro llegó a la clínica todos
sospechamos que era el cáncer quien estaba ganando la batalla a sus riñones. Pero no
esperábamos que fuera por doble partida
Si; es cierto que sus riñones estaban obstruidos
por efectos del cáncer. Pero la segunda parte fue una golpe bajo a ese médico
clasificador de riesgos que habita en cada uno de nosotros: cuando a Pedro le
cancelaron sus citas donde estaban manejando su cáncer se quedó sin
medicamentos para el dolor. Y empezó un dolor en el hombro. Y como el quería
poder seguir viviendo mientras pudiera, pues decidió controlar su dolor como
pudo: iba a la farmacia y preguntaba por algo que le sirviera para su dolor. Y
después lo compraba. Mientras su cáncer iba obstruyendo la salida de sus
riñones, Pedro tomaba ibuprofeno, todos los días, durante más de 15 días, y
cada día más para poder mover su hombro. Un hombro que dolía porque aquello que
no le permitía moverlo sin sentir esa punzada era una metástasis
Por doble partida, por un cáncer que ocluye unos
riñones y, lo más absurdo, por la necesidad de Pedro de controlar el dolor óseo
por una metástasis, los riñones de Pedro quedaron casi inservibles. Después de
5 días salió de la UCI, pero su cáncer seguiría consumiéndolo. Lo más absurdo es
que en Pedro, ahora esquelético, sobresale solo un hombro que es una siembra de
un tumor que poco le falta para tener el tamaño de su cabeza
Pedro y yo nos hicimos algo compinches cuando yo, más por
entrometida que por médica, logré que me confesará cuanto ibuprofeno se tomaba preguntándole que tan fuerte era el dolor que había llegado a tener.
- Huy, doctora, no se lo deseo a nadie. Uno
llora de solo sentir que el hombro se mueve cuando uno camina.
No sé que cara puse, pero Pedro trato de
suavizarlo un poco
- Pero mi Doc, tranquila, que ya con lo que me
mandó estoy pudiendo dormir. Y cuando me consigan el cabestrillo que me dijo la
otra doctora para que el brazo no se mueva seguro quedo como nuevo.
Como nuevo. Ahora es Pedro quien es condecendiente conmigo buscando evitarme una tristeza
Hoy decidí revisar si ya se había ido. Lo hago
cuando estoy segura que ya deben estar en casa y con eso me doy el falso
confort de que posiblemente todo salió bien. Pero ahí seguía: Pedro, aún
hospitalizado, lo ven como 3 especialistas. Absurdo cuando hace 1 mes no
encontraba citas para que alguien le mandara algo más fuerte que un ibuprofeno para el dolor.
Leo la última nota y se me enciende la cara de
ira. Pedro, además de unos riñones que están que fallan nuevamente, una
infección que posiblemente no se podrá erradicar, sigue con dolor porque está
pendiente que se le consiga el cabestrillo. No quise averiguar a quien le
corresponde pagar por un cabestrillo que vale lo que pago todos los días por mi
almuerzo o lo que espero que él alcance a comerse en natilla este año.
Nunca había comprado un cabestrillo. No sabía
que venían en tallas, me tocó usar al vendedor de la farmacia como referencia.
De doble correa, para que el brazo no se mueva.
- Doctora, que se mejore rápido del hombro!
Le doy las gracias y me voy. Seguro el también
conocer sobre tantas pequeñas tragedias mientras cuenta y despacha pastillas
que se debe sentir feliz pensando que la doctora, para estar enferma, se ve muy aliviada
Cuando llego al piso la enfermera Jefe mira
asustada. No se le ocurre quien pueda estar tan grave en su piso que sube la
Intensivista y ella sin tener idea. Pregunto por Pedro. Y su mirada pasa de la
ansiedad a la tristeza. Supongo que le hubiera alegrado que se pudiera hacer
algo por él en la UCI. Pero ese no es sitio para los moribundos
Pedro me saluda y pone su mejor cara, como hacen
muchos enfermos cuando los visita un amigo. En el fondo ya sabe que no volveré
a ser su doctora.
- Pedro, se le adelantó el Niño Dios: acá le
traigo su famoso cabestrillo
Nadie pregunta quien lo pagó, eso sería un
momento de vergüenza y ahora estamos de celebración. Con el hombro como un
melón, maniobramos para meter su brazo y fijarlo fuertemente al tórax para que
no se mueva ni cuando respira. Una sonrisa de alivio ilumina su cara
cadavérica.
- Huy mi Doc, ahora sí, que descanso!
Le doy la mano, me despido y salgo rápidamente.
No tengo mucho más que decir. Ni hasta luego porque no creo volver a verlo, ni
feliz Navidad, porque no creo que Pedro llegue a ella; mejor que se le haya
adelantado el traído este año. Además, todavía tengo la tara sobre lo mal que se vería que quien entrega el regalo se
le note que tiene los ojos encharcados.
No valía nada, pero creo que ese cabestrillo será el regalo más
valioso que daré este año